Encuentro creado para niños que se preparan para recibir a Jesús en su primera comunión basado en la aparición de Jesús a los discípulos de Emaús.

Inicio: Para comenzar nuestro encuentro vamos a mirar en un mapa (se puede mostrar en una copia, o desde nuestro mismo celular) a una gran ciudad, su nombre es “Jerusalén” ¿La ven en el mapa?

En esta ciudad fue en donde murió Jesús, también en donde todos los judíos celebraban la fiesta de la Pascua, y se reunían allí (¿recuerdan que Jesús había enviado a Pedro y a Juan a preparar un lugar para compartir la Última Cena? Lc 22, 8)

Una vez que visualizaron Jerusalén, le vamos a decir también que encuentren a “Emaús” y hasta allí nos vamos a ir a acompañar a estos discípulos.

Iluminación

Este es el momento en que vamos a concentrarnos y a pensar qué es lo que estamos por hacer. Vamos a leer la Palabra de Dios, pero no, para hacer una tarea, sino para encontrarnos con Jesús. Entonces vamos a sentarnos bien, respirar despacito, podemos llevar nuestra mano al corazón para sentir la vida y la presencia de Jesús resucitado allí, que en cada latido nos dice que nos ama. Y con respeto hacé la señal de la cruz…En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Leemos Lc 24, 13- 35

Evangelio según San Lucas

Ese mismo día, dos de los discípulos iban a un pequeño pueblo llamado Emaús, situado a unos diez kilómetros de Jerusalén. En el camino hablaban sobre lo que había ocurrido. Mientras conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió caminando con ellos. Pero algo impedía que sus ojos lo reconocieran. Él les dijo: «¿Qué comentaban por el camino?». Ellos se detuvieron, con el semblante triste, y uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: «¡Tú eres el único forastero en Jerusalén que ignora lo que pasó en estos días!». «¿Qué cosa?», les preguntó. Ellos respondieron: «Lo referente a Jesús, el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y en palabras delante de Dios y de todo el pueblo, y cómo nuestros sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para ser condenado a muerte y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que fuera él quien librara a Israel. Pero a todo esto ya van tres días que sucedieron estas cosas. Es verdad que algunas mujeres que están con nosotros nos han desconcertado: ellas fueron de madrugada al sepulcro y al no hallar el cuerpo de Jesús, volvieron diciendo que se les había aparecido unos ángeles, asegurándoles que él está vivo. Algunos de los nuestros fueron al sepulcro y encontraron todo como las mujeres habían dicho. Pero a él no lo vieron».

Jesús les dijo: «¡Hombres duros de entendimiento, ¡cómo les cuesta creer todo lo que anunciaron los profetas! ¿No será necesario que el Mesías soportara esos sufrimientos para entrar en su gloria?»  Y comenzando por Moisés y continuando en todas las Escrituras lo que se refería a él.

Cuando llegaron cerca del pueblo adonde iban, Jesús hizo ademán de seguir adelante. Pero ellos le insistieron: «Quédate con nosotros, porque ya es tarde y el día se acaba». El entró y se quedó con ellos. Y estando a la mesa, tomó el pan y pronunció la bendición; luego lo partió y se lo dio. Entonces los ojos de los discípulos se abrieron y lo reconocieron, pero él había desaparecido de su vista. Y se decían: «¿No ardía acaso nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?».

En ese mismo momento, se pusieron en camino y regresaron a Jerusalén. Allí encontraron reunidos a los Once y a los demás que estaban con ellos, y estos les dijeron: «Es verdad, ¡el Señor ha resucitado y se apareció a Simón!». Ellos, por su parte, contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

Palabra de Dios.

¡Qué hermosa lectura! ¿no? Dos de sus discípulos iban tristes, habían perdido a su amigo, lo iban comentando por el camino y de repente Jesús, su amigo, le sale al encuentro, pero ellos no lo pueden reconocer. ¡Pero claro, uno no se encuentra a un amigo resucitado todos los días! Y algo tendría diferente.

En el tiempo de Jesús, se estudiaban y se rezaban las Escrituras, lo que hoy llamamos Antiguo Testamento. Entonces Jesús les empieza a contar sobre qué decían las Escrituras acerca de la muerte y resurrección del Mesías, pero todavía no podían reconocerlo.

Reflexionamos juntos:

¿Qué pasó cuando llegaron al pueblo? ¿Qué le pidieron los discípulos?

¿Qué hizo Jesús en la mesa? ¿Cómo lo reconocieron?

¿Qué sentimientos experimentaron estos discípulos cuando se dieron cuenta que era Jesús y que hicieron después?

¡El encuentro profundo con Jesús nos cambia!

¡Señor quiero tener ese encuentro con vos, quiero que mi vida se llene de tu Vida, de tu alegría!

Jesús se quedó en el pan que se parte y se comparte y nosotros estamos llamados a hacer lo mismo. Claro que no nos vamos a quedar en el pan, pero sí podemos compartir nuestra vida.

Para finalizar nuestro encuentro, lo vamos a hacer rezando, pero de una forma distinta, vamos a dibujar una hostia, luego, esa hostia, la van a dividir en 8 partes (no hay que recortarla, sólo marcar con líneas) y en cada espacio que se haya formado, vas a escribir el nombre de alguien…

1)…de tu familia

2)…que sepas que está enfermo.

3)…un amigo o amiga.

4) …una seño.

5)…un sacerdote.

6)…la persona más chiquita de edad que conozcas.

7)…la persona más grande que conozcas.

8) Alguien que no te caiga tan bien. (No te preocupes que esto yo no se lo voy a mostrar a nadie)

Ahora vamos a rezar por cada una de las personas de nuestras hostias, pidiéndole a Jesús que las bendiga, que las acompañe y que él también sea su alimento de cada día.

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